El número de la bestia para las compañías telefónicas es el 802.16. Detrás de esta críptica cifra se esconde un nuevo protocolo de transmisión de datos sin cables que convierte al WiFi en un juego de niños.
(CanalPDA.com) Una sola antena bastará para dar cobertura en un radio de 50 kilómetros a la redonda con velocidades de hasta 70 megabits por segundo.
Para los que se queden fríos con estas especificaciones técnicas, algunas comparaciones: 70 megabits por segundo es casi siete veces más ancho de banda que el actual WiFi, que, además, sólo proporciona servicio a unos 350 metros de distancia de la antena emisora.
Sus características también sobrepasan de largo a las de la telefonía móvil de tercera generación, aunque el coste de poner en marcha una red de estas características –sin contar siquiera el elevado precio de las licencias–, es varias decenas de veces más barato.
El nombre comercial de esta nueva maravilla tecnológica es WiMax. Se trata de un estándar impulsado por 67 empresas, entre las que destacan compañías como Intel, Nokia, Siemens o Fujitsu, que puede suponer para las telecomunicaciones metropolitanas la misma revolución que el WiFi ha generado en las conexiones locales. De momento está en fase de desarrollo, aunque en pocos meses llegarán los primeros equipos.
A diferencia de la telefonía móvil celular convencional –del GSM o el UMTS– WiMax opera dentro de un espectro de onda que no está regulado, como el WiFi, por lo que los requisitos legales no son tan complejos. Además, su instalación es mucho más barata que la del UMTS: una estación base –capaz de dar servicio a 200 conexiones equivalentes a las actuales ADSL– costará en un primer momento entre 5.000 y 25.000 euros. Bastará con una pequeña inversión para ofrecer servicio de voz y banda ancha a toda una ciudad sin necesidad de abrir zanjas.
WiMax también es una excelente alternativa para llevar la banda ancha a zonas rurales. En España, la compañía Iberbanda –un operador de LMDS participado por El Corte Inglés y PRISA– ha llegado a un acuerdo con Intel para llevar esta tecnología en fase de pruebas a Cataluña y Andalucía, donde esta empresa ha sido la adjudicataria de sendos concursos públicos para construir redes en áreas sin cobertura de banda ancha.
La antena, en el portátil
Intel, el gran animador del WiMax, ha anunciado que los primeros chips estarán disponibles después de verano. Sin embargo, serán necesarios dos o tres años más para que los portátiles o PDA acepten este protocolo del mismo modo en que ha fusionado Intel el WiFi con sus microprocesadores.
Los fabricantes de teléfonos móviles, como Nokia o Siemens, también están ya trabajando en el diseño de terminales capaces de conectarse a estas nuevas redes.
Mientras se desarrollan estos nuevos dispositivos, WiMax funcionará con una pequeña antena receptora, que se instala en el exterior de los edificios. En una segunda fase, los creadores de esta tecnología confían en desarrollar receptores que funcionen desde el interior del edificio hasta que el estándar consiga llegar a los portátiles y móviles sin que sea necesaria más instalación que la que hoy supone enchufar una tarjeta WiFi al ordenador.
Con estos plazos –al menos dos o tres años, quizá más, hasta que WiMax sea una realidad– la telefonía UMTS puede respirar tranquila; bastantes problemas tiene ya con el WiFi. Pero, para las grandes compañías de telecomunicaciones, el futuro se complica.
El fin de la última milla
Con 70 megabits por segundo y 50 kilómetros de radio de cobertura, ¿quién quiere las líneas del par de cobre? El actual dominio del mercado español que hoy disfruta Telefónica se basa en la “última milla”, el tendido hasta cada domicilio desde las centralitas. WiMax acaba con este monopolio y convierte un sector en donde hacían falta enormes inversiones en un nuevo terreno donde pueden competir hasta las PYMES.
Y éste no es el peor escenario posible para las telecos. Los avances en WiFi mediante el nuevo protocolo 802.11g, que multiplica tanto el área de cobertura como la tasa de transferencia, pueden llevar las telecomunicaciones del mundo empresarial al ciudadano: los internautas crearían redes inalámbricas gratuitas –ya lo están haciendo– sin sitio para el negocio.
WiMax también supone la entrada del mundo de la informática, del hardware, al terreno sagrado de las telecomunicaciones. Nuevas reglas de negocio, las mismas que han permitido abaratar el precio de los ordenadores mediante estándares abiertos, pueden dar la vuelta a este sector del mismo modo en el que lo hizo Napster con las discográficas o lo está haciendo Internet con los medios de comunicación. Además, la tendencia es obvia. El avance tecnológico abarata más y más el precio de la informática al tiempo que multiplica su potencia. Parece inevitable que las características técnicas que pronto ofrecerán los puntos de acceso WiMax acaben dentro del rango de precios de la electrónica de consumo: un ciudadano, con una única antena, podría dar cobertura a toda una gran urbe, como Madrid o Barcelona.
El único pero –como ya ha ocurrido en estas otras revoluciones– sería legal. ¿Qué pasará cuando por poco más dinero del que hoy se necesita para montar un restaurante se pueda dar servicio de banda ancha a toda una ciudad? Las últimas noticias de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), que ha abierto expediente a dos municipios por poner en marcha redes WiFi sin contar con las licencias necesarias, no son halagüeñas. Cuando WiMax sea una realidad, puede que veamos a las mismas empresas que hoy piden al Estado que no se inmiscuya en el sector rogando por un mayor control de licencias.
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